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La violencia genera dolor y el perdón paz

Siempre hubo violencia y, como consecuencia, dolor y lágrimas… ¿Hemos cambiado esta realidad?


No, porque cuando el egoísmo llama a nuestra puerta y se la abrimos, pasa y nos destroza la convivencia pues no sabemos limar las asperezas que los causan.


Las huellas rancias de esta realidad las encontramos en el texto de Samuel. El rey Saúl deseaba acabar con David porque tenía éxitos y éste, para salvar su vida, tuvo que huir. Una noche entró en la tienda del rey, mientras dormía, pero no lo mató porque Dios lo había elegido y él, persona fiel y respetuosa de sus normas, nos enseñó con su gesto a perdonar y vencer al mal.


Pasaron los años, Roma ocupó Israel, el pueblo judío no aceptó los abusos y los rechazó… ¿Por qué ocurrió esta realidad?


Por la violencia que allí había debido a la confluencia negativa persistente del comportamiento deplorable de quienes tenían algún poder: Los ricos y quienes dirigían la religiosidad del pueblo vivían como reyes pero abundaban los pobres; los poderes políticos y militares, con violencia e impuestos, los maltrataban y los celotas les respondían con violencia porque los romanos los encarcelaban, crucificaban y vendían como esclavos.


Los celotas esperaban el Reino de Dios pero con una estructura terrenal que les permitiera someter a los otros pueblos. Aceptaban la monarquía, el Templo, los sacerdotes y la sinagoga como instituciones necesarias pero reconocían sus errores y les proponían cambiar. Odiaban a los romanos y a los judíos que colaboraban con ellos y esperaban que el Mesías solucionara sus problemas.


Vino Jesús y les propuso amar, perdonar y ayudar al necesitado -lo contrario- pero lo rechazaron porque el egoísmo de aquel entorno buscaba obtener éxitos materiales con sus luchas.


Para luchar por la salvación, cambiaremos lo que no funciona y en Lucas se nos propone reflexionar sobre lo que venimos haciendo y lo que debemos hacer, plantearnos cómo pensamos tratar a los necesitados y decidir qué opción debemos tomar.


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