II Domingo de Tiempo Ordinario Jn 2,1-12
- Juan García
- 17 ene
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Actualizado: 18 ene
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda
Caná es una pequeña localidad a unos 14 Km. al norte de Nazaret (hoy Hirbert Caná). Estaba situada en la parte montañosa de Galilea, lugar clásico de los rebeldes contra el régimen de dominación romana. Como hemos dicho la tradición de Israel, su poesía, los escritos de los profetas, habían pintado el día de la llegada del Mesías como un día de boda. Jesús no pertenece a la boda, es un invitado. Es la primera vez que aparece Jesús a la cabeza del grupo de los discípulos. Hasta ese momento el protagonista del evangelio ha sido Juan y sus seguidores.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: "No les queda vino." Jesús le contestó: "Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora."
El vino es un elemento indispensable en la boda. Es el signo de la fiesta y de la alegría. Si falta el vino falta el amor, la alegría, la bendición de Dios. María se limita a informar del problema, a presentar la necesidad. Pero no propone una solución. No hace una petición concreta. En este breve diálogo ni ella lo llama "hijo" ni él la llama "madre". Desaparece por tanto la relación de familiaridad. La madre, por tanto, personifica a los israelitas que han conservado la fidelidad a Dios y la esperanza en sus promesas. Es el resto fiel que hace posible el nacimiento del Mesías. Las palabras de Jesús tratan de marcar distancias con la situación anterior. La antigua alianza ha caducado y empieza una nueva. Ella (el resto fiel) y Jesús pertenecen a una realidad nueva. ¿Por qué le llama mujer? En Jn Jesús llama así a María, su madre, a la samaritana y a María Magdalena en el huerto, tras la resurrección. María, es la comunidad-esposa fiel, que ha engendrado al Mesías. La samaritana es la comunidad-esposa infiel que vuelve al esposo. La Magdalena representa la comunidad renovada que reconoce al esposo resucitado.
Su madre dijo a los sirvientes: "Haced lo que él diga." Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
La respuesta de Jesús no es un desaire ni una negativa a actuar. Se hace una descripción detallada: se nos dice el número, el material y la función. El dato es sorprendente. No es lógico que en una casa de aldea haya colocadas seis tinajas de piedra de unos cien litros cada una, dedicadas a la purificación. Era un rito fundamental en la antigua alianza. Representan una religiosidad centrada en la impureza del hombre que necesita purificarse constantemente para acercarse a Dios. El agua que contienen limpia al hombre superficialmente, por fuera, pero es incapaz de transformarle por dentro. Y están vacías. Es decir: son ineficaces. El material: piedra. Evoca las tablas de la Ley (Ex 31,18) y el corazón endurecido del pueblo (Ez 36,26).
Jesús les dijo: "Llenad las tinajas de agua." Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: "Sacad ahora y llevádselo al mayordomo." Ellos se lo llevaron
Jesús va a hacer algo que explica lo que será el resultado de su misión, de su obra, cuando llegue la hora. El va a ofrecer la verdadera purificación. El va a ofrecer algo que penetra en el corazón del hombre y lo transforma en lugar de lavarlo simplemente por fuera. En la cruz el evangelista Juan nos dirá que de su costado abierto salió sangre y agua: El agua que purifica realmente es la sangre del Mesías. Y la sangre es la vida. La vida es el Espíritu que reciben todos los que creen en él. Es el responsable del banquete, que ignoraba la falta de vino. Disfruta de la fiesta de un modo irresponsable. Se despreocupa del desarrollo del banquete. Representa a la clase dirigente del mundo judío que tampoco se preocupa de la situación del pueblo.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes si lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: "Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora." Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
El texto parece sugerir que el agua se convierte en vino fuera de las tinajas. No se trata de continuar con lo de siempre, es algo totalmente nuevo. El vino simboliza el amor, un don del espíritu que es el que realmente purifica. El vino del Espíritu engendra en el hombre el amor leal que es el rasgo más importante de su nueva condición. Reconoce que el momento presente es mejor que el antiguo, pero no lo vincula a Jesús, ni sospecha en cambio que se avecina. El plan de Dios no es lógico. Para él lo pasado es lo definitivo. Nada nuevo puede ser mejor. Defiende el sistema religioso al que pertenece y no acepta que necesite mejoras. Este colofón del evangelista anuncia una serie de señales que realizará Jesús. La de Cana es principio, primera de la serie, prototipo y pauta de interpretación de todas las que seguirán.

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