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II Domingo de Cuaresma Lc 9,28-36

Para situar este evangelio hay que rebobinar hasta el inicio del cap.9, que podéis leerlo. Recapitulemos. Convoca a los doce, les da fuerza y autoridad sobre toda clase de demonios y los envía a predicar y a sanar. Cuando vuelven los enviados, le cuentan su experiencia, y se los lleva a un lugar solitario para reflexionar, hacer balance y educarlos en los valores del reino desde la práctica. La crisis se va tejiendo. Ha tenido que ir modificando su práctica según la respuesta de la gente: sus acciones se malinterpretan, la predicación del reino no cala y suena a otra cosa más inmediata y política, su familia lo tiene por loco, se escandalizan de él, sus discípulos tampoco saben quién es y qué quiere. Ha tenido que huir a territorio pagano, y la muerte del Bautista es una seria advertencia... Y opta por dejar la predicación a las grandes masas y dedicarse a la instrucción de los discípulos.


Le importa mucho saber, experimentar: ¿cómo lo ve la gente?, ¿cómo le ven sus discípulos? Y sobre todo ¿cómo lo ve Dios? La declaración de Pedro, es importante. Aunque no procede de él sino de una revelación de Dios mismo. Las reflexiones que les hace a todos sobre el seguimiento y el futuro del grupo son esenciales para entender el pasaje de la transfiguración: "el que quiere venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue cada día con su cruz, y entonces me siga..." 9, 28-3


Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago, a lo alto de una montaña, para orar. Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blanco. De repente dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron con gloria; hablaban de su muerte, que se iba a consumar en Jerusalén.


Como veis este pasaje está situado en un momento decisivo. Tras la doble crisis: la de los discípulos que al oír estas palabras le resultarían difíciles de entender y la de Jesús en torno a su identidad y el sentido de su práctica, será Dios mismo quien hable para confirmar el caminar correcto de Jesús como Hijo. De ahí que Jesús se los lleve a un monte a orar. Solo con la ayuda divina entenderían. Es Jesús quien toma la iniciativa de subir. Siempre que está en juego asuntos importantes, Jesús se dispone a orar (3,21; 6,12).


El motivo de la montaña, así como el de la oración, es un encuentro con lo divino. Sube "a orar", no a manifestarse a sus tres discípulos. En todos los giros decisivos de su vida, el Jesús de Lucas quiere permanecer por la oración en relación con su Padre Y lo hacía también siempre que el ruido y el clamor de la muchedumbre le suponían un obstáculo para seguir el camino de servicio sin triunfalismo que se había trazado. A la gente no le cabía en la cabeza la imagen de un Mesías que no entendiera de triunfo, fuerza, poder, fama, desquite...Por otra parte, Jesús también temía que su grupo de discípulos participara de la mentalidad del pueblo en este punto.


La aparición de Moisés y Elías se hace en beneficio de los discípulos. Representan la Ley y los Profetas, que habían anunciado el R. de Dios y a los que Jesús viene a dar cumplimiento. Aunque el relato del viaje a Jerusalén no comienza hasta más tarde (9,51) la conversación de las tres figuras anuncia ya la pasión.


Pedro y sus compañeros se caían de sueño, y espabilándose vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué hermoso es estar aquí. Haremos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía.


Lucas es el único que nos habla del sueño de los tres. Es como señalar el efecto que produce el estar cegados por la luz después del sueño. Y vieron su gloria. Transfigurarse es literalmente cambiar de forma, tener otro aspecto distinto. Jesús resucitado aparece con formas distintas. Igual lo haremos todos. Porque el transfigurado muestra el estado que sigue a la muerte.


Todavía estaba hablando cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron de entrar en la nube. Una voz desde la nube, decía: «Este es mi Hijo, el escogido; escuchadlo.»


La nube es la respuesta a la proposición de Pedro. La reacción es el miedo, como en el VT. Siguen pensando en categorías del VT, el miedo a morir por haber recibido un oráculo divino (Is 5; Dn 10,15.19). La tienda tiene por función abrigar, la nube alumbrar; la tienda está tejida por mano de hombre, la nube es de origen celeste.


La tienda sumerge en oscuridad, la nube es luminosa. En la tradición bíblica, la nube, suele acompañar a diversas manifestaciones celestes. No se trata de una nube que transporta a algún personaje, sino la que recubre y protege, levantando una tienda para Dios mismo.


La voz de la nube repite las palabras que resonaron en el Bautismo de Jesús. Con todos estos elementos (monte sagrado, Moisés -la ley-, Elías -los profetas-, la nube, la luz) los evangelistas armaron un cuadro simbólico para decirnos con él, hasta qué punto en Jesús se cumple todo lo anunciado por los antiguos escritos del pueblo de Israel.


Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.


Vuelve la realidad. Jesús necesitaba esa aceptación de su línea, por parte de Dios. También necesitaba que sus discípulos apreciaran en avance la gloria que supone pasar por la cruz. Aceptar el camino no del triunfo, la fama, el valer por lo que tienes, sino el caminar desde abajo en la lucha de liberación, el pasar por la cruz y el despojo. Y entra el elemento más crudo de esta experiencia, la soledad. Aunque parece que el texto se refiere a que ya no le acompañan ni Moisés, ni Elías. El silencio, después de la experiencia vivida, es normal. No quieren comunicar a nadie, mejor, no sabrían decir, expresar, esta experiencia.

PREGUNTAS


1. Tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar.


Jesús también me invita a subir al monte. Es posible que el monte lo tenga que trasladar a mi cuarto, en un paseo o rincón de la casa. Pero lo que sí es cierto es que cada día Jesús me invita a subir al monte. Me invita a orar, me invita a despojarme de aquellas cosas que me hacen denso y espeso, y quedarme desnudo, transparente en su presencia. Ante la oración sincera no caben máscaras ni huidas.


He aquí algunos trazos, inspirados en los salmos, que pueden iluminar el encuentro:


La oración es caminar en su presencia:


Señor, mi Dios cercano y grande,

gracias por enseñarme las sendas de tu Reino

a través de las cosas que encuentro cada día.

Ayúdame a tener el alma tensa y clara

y mis sentidos todos en tu contacto siempre.

A aupar mi corazón donde Tú habitas

agradeciendo siempre tu amor tan tierno.

Para poder mirar tu rostro cada tarde

y decirte tan solo, pero sin miedo: Padre.


La oración es saber ver con los ojos de Dios


En tu luz podré ver la luz de cada cosa

y en tu amor, el amor sencillo y admirable

con que tejen los seres sus sueños tan antiguos.

Sueños de justicia, de fraternidad, de igualdad y de paz.

Sueños de pan para todos, de casa para todos,

de trabajo para todos, incluidos los discapacitados.


La oración es sentirse querido-a y escuchado-a por Dios a pesar de todo y de todos


Tengo el alma en delirio,

y tú, Señor ¿hasta cuándo?

¿No ves cómo mis músculos convulsos

se doblan bajo el peso de los días?

Cómo mis ojos se consumen, irritados,

y envejecen por tantas contradicciones?

Ya sé, ya sé lo que me dices...

Ya sé que estás oyendo los gritos de mis párpados.

Ya sé que mi enemigo se escapa ante tus pasos.

Ya sé, ya sé que estás ahora, con cuidado,

recogiendo los trozos, uno a uno,

de mi oración deshilachada y rota.


La oración es dejarse llevar por Dios, en silencio, sin agobios, con armonía de cuerpo y espíritu


La nube de tu luz bajó a mi encuentro,

-como en el monte Tabor-,

me alivió el dolor, mis pasos reposaron

y ya no tuve miedo.

Tus ojos me arroparon el alma lo mismo que una madre,

aún con sueño aletargado.

Tus oídos se abrieron más amplios que las simas

para escuchar, cada noche, mi desazón y llantos.

Sostén, Señor, el muro inestable de mi paz

con tus tiernas manos,

y acuna con tu ritmo más lento

mi corazón cansado.


• ¿Necesito orar? ¿Cuándo y cómo lo hago?

• ¿En esta cuaresma, qué compromisos reales y posibles hago para orar (tiempo, lugar...)?


2. ...más allá del rostro


Cuando uno rebosa felicidad, cuando uno ama y se siente amado, cuando uno se compromete con los pequeños, los marginados, los que no cuentan, los que no interesan, cuando uno ha descubierto el amor de Dios y siente ganas de gritarlo al mundo, se nota en el rostro: su rostro se ha transfigurado. Está como revestido de luz, de gozo, de amor o de fe en Dios.


Entonces se ve más allá de su rostro: en su rostro brilla el secreto de su corazón, y se nota.


• ¿Siento que me voy transformando, por mi fe, mi compromiso, mi vivir alegre, mi esperanza firme?

• ¿Miro desde el corazón y con el corazón las transformaciones de mis hermanos o solo me quedo en las apariencias toscas y chatas?


3. Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle.


Ya no tenemos tiempo para escuchar. Nos resulta difícil acercarnos en silencio, con calma y sin prejuicios al corazón del otro. Nos encerramos en nosotros mismos y en nuestros problemas y pasamos de todo y de todos. Igual nos pasa con Jesús. Hemos “oído” tantas veces el evangelio que realmente no hemos escuchado lo que nos dice. Porque no hemos dejado que su voz penetre en nuestro yo profundo. Escuchar su voz, es una recomendación del Padre, y no hay que dejarla pasar. Porque Dios sigue hablando, lo que sucede es que tenemos tanto ruido, tantas preocupaciones, tantas tareas "importantes", que dejamos la oración “para mejor momento". Y escuchamos otras voces muy autorizadas. Y nos llenamos de tantas ideas, que apenas tocamos lo esencial. Soy el primero en caer en este error. Jesús, es el último teólogo, al que a veces se cita por no ser descortés.


Este es mi hijo: escúchalo. Escúchalo en el evangelio, de manera sencilla y sin tantos recovecos. Escúchalo en los hermanos, en los pobres y los pequeños, los excluidos y olvidados, los que no tienen voz ni presencia. Escúchalo en la vida, ese quinto evangelio que página a página vamos escribiendo todos los días. Si supiéramos escuchar verdaderamente a Dios toda la vida nos hablaría de él. Y otro aspecto importante, que en el relato de Marcos se explicita: no hay que quedarse en la nube, nada de hacer tiendas. Hay que bajar, no hay monte sin llanuras. Nada de huidas. Quien se encuentra con Dios se siente más humano, más fraterno.


• ¿Qué medios me voy a dar para que esto que siento y veo sea una realidad?

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