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I Domingo de Cuaresma Lc 4,1-13

Este es un relato en el que se reagrupan y resumen las tentaciones que Jesús tuvo que superar a lo largo de toda su vida. Aunque vive movido por el Espíritu recibido en el Jordán, nada le dispensa de sentirse atraído hacia formas falsas de mesianismo. Son planteamientos en los que se le proponen maneras falsas de entender y vivir su misión Fue recogido en los tres evangelios sinópticos para alertar a sus seguidores. El Espíritu de Jesús está vivo en su Iglesia, pero los cristianos no estamos libres de falsear una y otra vez nuestra identidad cayendo en múltiples tentaciones y falsos planteamientos


Jesús, lleno de Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.


Antes de comenzar su ministerio, Jesús es sometido a prueba. Lleno de Espíritu y movido por él, va a repetir la experiencia de Moisés y del pueblo en el desierto. El diablo presenta y representa un proyecto de acción opuesto al del Padre. Y lo hace con buenas palabras, citando incluso las Escrituras. Ahí está la seducción. Algunos ven en el episodio de las tentaciones a Jesús como la antítesis de Adán y de Israel. Adán sufrió la tentación y sucumbió a ella. Israel fue probado en el desierto y resultó que su corazón era obstinado. En las mismas circunstancias en las que el pueblo fue infiel, Jesús sale adelante.


Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le contestó: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.»


Una vez descrita la situación, comienza el dialogo. La primera es la tentación del hambre que hizo a Israel protestar contra Dios (Ex 16). En Dt 8 Dios educa a su pueblo en el desierto y lo pone a prueba. El diablo apela a su condición de Hijo de Dios, pero Jesús no cae en la trampa de demostrar nada. El tentador le ofrece la oportunidad de comprobar que es el hijo de Dios. La tentación es una provocación: te han dicho que eres hijo, compruébalo. La tentación es ofrecer algo que es bueno: tú vas a comenzar el ministerio, tú eres el hijo de Dios ¿tú estás seguro? Demuéstrate que tienes el poder de Dios contigo. Dios dio de comer al pueblo en el desierto. Come tú en el desierto ¿Por qué no haces los mismos milagros que Moisés? ¿No ha de ser semejante a Moisés el profeta del fin de los tiempos (Dt 15,15)? Antes de comenzar busca una prueba de estar seguro de lo que eres. Buscar una prueba significa desconfiar. Y Jesús responde con un texto de Números (11,7-8): no solo de pan vive el hombre... Parece como si la verdadera necesidad no fuera el hambre sino el escuchar la voz de Dios. Si me siento hijo de Dios es porque oigo la voz de mi Padre. “La tentación consiste, profundiza Faus, en el uso de Dios y de la relación privilegiada con El, como medio para alterar la condición humana en beneficio propio. Dios es visto como protector, y la relación con El como ventaja personal frente a las fuerzas ocultas y necesidades de la vida. Y la respuesta de Jesús equivale a decir: la filiación divina no elimina nada de la condición humana. Es evidente que hay que satisfacer el hambre, pero sin esperar en los milagros para ello; es evidente que hay que convertir los desiertos en pan, pero no a base de rogativas, sino por el esfuerzo humano: ésta es la condición humana. Porque Dios no está con él sólo cuando tiene pan, sino también cuando no lo tiene.


Después llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo, y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. Si tu te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.» Jesús le contestó: «Esta escrito: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás culto.»


"Todos los reinos de la tierra" anuncia de antemano el tema del poder. Que la visión tenga lugar en un instante demuestra a la vez el poder mágico del diablo y la dimensión sobrehumana de lo que está en juego. Se le promete el poder y la gloria. El diablo afirma que se lo puede dar a quien quiere, lo cual significa -en una lectura pesimista de Lucas- que los príncipes no reciben su poder ni de Dios ni del pueblo, sino del diablo porque ejercen el poder en su propio interés y no como un servicio a los demás. El "honrar y postrarse" significa que el diablo exige que se le considere un poder alternativo. El poder que lleva a la idolatría. Israel había construido un becerro de oro (Ex 32,1-6). Para Lucas el becerro de oro tiene otro nombre: se llama poder. Jesús no es tentado ahora en su condición de Hijo de Dios, sino en su condición de hombre. Lucas sabe que Dios exige que se le sirva solo a él. La tentación de renegar de Dios se plantea en el terreno del poder temporal, y luego en el del dinero. No hay que servirse de ellas en beneficio propio. La respuesta de Jesús -y los primeros cristianos- describe su vida como un servicio de Dios sin ninguna intención demoníaca de omnipotencia personal.


Entonces lo llevó a Jerusalén, y lo puso en el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también:"Te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras.» Jesús le contestó: «Está mandado: No tentarás al Señor tu Dios.» Contempladas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.


El diablo conduce a Jesús al lugar más público de todos: el recinto del Templo. Finalmente, Jesús es probado en su condición de Mesías. La tentación consiste en realizar un mesianismo de éxito y no de fracaso. Se trata de cumplir los designios del Padre, pero sin sus métodos. Es la tentación del mesianismo que busca la eficacia en hacer lo que Dios quiere, pero no del modo como Dios quiere. Es buscar los intereses de Dios, pero no como a Dios le interesa. Y contesta con un texto del Deuteronomio: eso sería desconfiar de Dios.

PREGUNTAS


El relato de las tentaciones es un relato "ejemplar", esto es, está hecho para que sirva de ejemplo a los seguidores de Jesús. Resume simbólicamente otros momentos de la vida de Jesús en los que estuvo sometido a la disyuntiva entre «la manera de pensar de Dios» o «la humana». Son los obstáculos y las resistencias que encuentra su mensaje. Las de entonces y las de ahora.


1. Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, El Espíritu lo empujó al desierto.


Todos los evangelistas coinciden. Es el Espíritu el que le hace comprender que los valores superiores del hombre no vienen como un regalo gratuito y fácil, sino como una conquista. Hoy también necesitamos un empujón del Espíritu porque tenemos “dificultades” dentro de nosotros y dentro de la Iglesia para vivir el evangelio. Lo hemos “rebajado” tanto que ya se adapta a nuestra vida mediocre. Y la Iglesia no aparece como modelo evangélico, no inspira ni alienta, más bien decepciona.


Ante esta rutina y desazón hay que estar más atento a la voz del Espíritu. Hay que orientar bien la “parabólica del corazón”. Y practicar más el desierto. El desierto es algo más que un lugar geográfico. No significa alejamiento de los hombres, ya lo decíamos en adviento, sino presencia de Dios. Por esta razón puede hallarse en todas partes. También en la ciudad, con sus ruidos y carreras, es posible encontrar espacios abiertos al silencio, al sosiego interior, al diálogo con Dios.


Tiempo de búsqueda, de despojo de lo superfluo, de encuentro con lo esencial. Y el primer encuentro es con uno mismo. Las dificultades hacen que se manifiesten las actitudes más profundas del corazón. Sufrir carencias para conquistar presencias.


• ¿Escucho al Espíritu, me dejo guiar? ¿Soy fiel a sus llamadas, aunque al principio me sorprendan y me descuadren?

• ¿Practico el "desierto"?


2. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.»


En la primera el tentador le pide que use su fuerza de Hijo para satisfacer "su" hambre, que utilice a Dios en su propio beneficio.


La Palabra de Dios nos dice que el hambre se sacia cuando hay solidaridad. La abundancia es consecuencia del compartir. A Dios no hay que rebajarlo como un distribuidor de beneficios, o aquel que nos hace ganar la quiniela o lotería, al que podemos comprar con dos velas, una promesa, o un hábito.


Tampoco al hombre hay que rebajarlo a un ser consumista, que es feliz solamente en la abundancia de bienes, que se afane en ganar, gane para gastar y gaste para consumir.


• ¿Qué valor le doy a lo material? ¿Me atrapa el tener, el poseer?

• ¿Utilizo la religión para completar mi bienestar material?


3. Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra


El Adversario propone a Jesús que utilice el poder como medio para propagar el Reino. Le propone que, en vez del camino del servicio hasta la muerte, escoja el del triunfo; en lugar de la fraternidad, el dominio; en lugar de la solidaridad con los pobres, la riqueza.


• ¿Me arrodillo ante el dinero, lo que reluce?

• ¿Busco el poder, la influencia y o el servicio?


4. Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo...


Le pide que presente una imagen falseada de Dios: un Dios que se dedique a hacer milagritos espectaculares, como un malabarista. La tentación de lo fácil, lo espectacular, el éxito. Y no el trabajo de liberación desde abajo, el esfuerzo y el gozo de cada día por crecer como persona.


A Dios no hay que rebajarlo como si fuera un agitador de marionetas, que sólo se manifiesta en el milagro y no en la vida diaria. Tampoco el hombre es un ser resignado, que siempre está a la espera y no es responsable de su destino.


• ¿Utilizo a Dios a mi antojo? Jesús responde con la Palabra de Dios.

• ¿Cómo respondo yo?


5. LOS SIGNOS CUARESMALES


LA CENIZA: Nos recuerda nuestra condición humana, tan limitada y corruptible. Sin el soplo de vida de Dios, no somos más que polvo. Es un toque de atención a nuestro orgullo y autosuficiencia. “Creed en el evangelio” se nos dice.


LA ORACION: Es la vida del alma, la comida y bebida del espíritu. Hay que hacer más oración en este tiempo. Descubrir y profundizar la presencia viva y vivificante del Señor en nuestro corazón. Y dejarse guiar por el Espíritu.


EL AYUNO : Oportunidad de pasar de lo superfluo y necesario para saborear lo que realmente llena y satisface que es el encuentro con el Señor y el servicio a los hermanos, sobre todo a los más excluidos.


LA LIMOSNA: Es fruto de la compasión y la misericordia, y no solo dar lo que sobra sino darse para que el pobre no necesite nuestra ayuda. “La generosidad da el valor a la persona y toda ella estará luminosa” (Lc 11,36)

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