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El hijo falla, el buen padre espera y perdona

El Señor comunicó a Josué que habían sido liberados de la humillación de Egipto, acamparon, celebraron la Pascua, comenzaron a comer los frutos de la tierra prometida y ya no recibieron más el maná. Aquella fiesta marcó el final de una etapa y el comienzo de otra, ésta olvidando el pasado y haciendo cosas diferentes.


En tiempos de Jesús quienes escandalizaban eran rechazados y Él, que sólo ayudaba, fue acusado de relacionarse con indigentes, enfermos, pecadores o publicanos porque los rechazaban los escribas y fariseos… ¿Por qué?


Porque éstos, por su posición social respetable, creían ser buenos y los otros indeseables, este pensamiento los empujaba a despreciarlos y a dar gracias a Dios por no ser como ellos.


Jesús, con un ejemplo sencillo, les mostró el verdadero camino: Ayudar con actitud de escucha, respeto y aceptación a quienes tuvieran problemas y rechazar el egoísmo de quienes, carentes de amor y perdón, sólo pensaban en ellos mismos.


Sí el amor a los demás nos empuja lograremos que haya paz pero si permitimos que la incomprensión y el egoísmo entorpezcan la convivencia en la sociedad y la familia sólo recogeremos problemas.


La figura del “padre” fue muy respetada y Dios, como “buen padre”, se preocupó del pueblo de Israel en cada momento de su historia.


Jesús trató a todos igual pero quienes dirigían la espiritualidad del judaísmo no tenían esa visión del prójimo y lo criticaban. Él, para que comprendieran la falsedad de los principios humanos, y no religiosos, en que habían sido educados les propuso la parábola en la que quedaban al descubierto: El hijo inconformista; terratenientes explotadores; el padre bueno que espera, perdona y acoge; el hijo egoísta y un hombre, Jesús, que enseñaba a amar, perdonar y acoger.


Pablo enseñó que, con Jesús, la historia tuvo un “antes” y un “después”… ¿Cómo?


Desmontando muchas creencias erróneas del pasado, esas que empujan a vivir con apariencias y falsedades para engañar a otros.


Él les propuso una solución sencilla, cambiar de comportamiento y vivir unidos pues Jesús murió en la cruz para que nuestros pecados fueran perdonados, fue un acto de reconciliación con todos.


Aconsejaba perdonar, a nosotros mismos y a los demás, pues así viviríamos en paz en la familia, la comunidad y la Iglesia.


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